domingo, 30 de mayo de 2010

Un tren en un piano...


La mañana que hice mis maletas fue la más sorprendente de todas, el partir no era la mejor idea para mí en aquel entonces y despedirme resultó ser la más dura de las batallas.

Dejaba todo trás de mí: mi familia, mis amigos, el amor, la escuela, todo lo que conocía y me proporcionaba seguridad personal en cada aspecto de la vida.

En la estación de tren mi mente partía antes que yo, permanecía ausente, divagaba entre la realidad y aquello que me asustaba descubrir; meses antes creía estar preparada para todo, me reía de la certeza, pues yo era la más grande de todas, pero de pronto hasta el más mínimo detalle cambió y emprendí el viaje más inesperado de mi existencia.

Abordé buscando el asiento más próximo a la ventana para no perder detalle de nada, el tiempo que durara mi viaje tenía que ser recordado por siempre y con claridad.
Minutos más tarde ella se sentó a mi lado, le sonreí, era claro que la esperaba, deseaba permanecer sentada hasta el último instante que mis ojos fueran capaces de percibir su sonrisa.

¿Por qué hacía esto? Subir en un tren, lejos del mundo con el único propósito de viajar a su lado, desafiando al tiempo, el espacio y la suerte; lo cierto es que no entendía nada, no comprendía mi decisión y no pensaba indagar en mis razones, porque durara lo que durara, no podía dejarla ir, era demasiado perfecta, demasiado ella para ser exactos y ser ella es lo más fascinante que cualquier ser humano podría ser capaz de comprender algún día.

Yo estaba con la persona más enigmática que el mundo sería capaz de conocer y por ello me sentí afortunada de haber ganado la oportunidad de cruzarme en su camino...

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